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La Capital Real - Una noble recompensa.

Capítulo 1
Mis compañeros y yo llevábamos ya varios días cabalgando a través de este oscuro bosque. No conocíamos bien las tierras, ni tampoco el destino final de nuestro viaje. Ni siquiera el motivo de nuestro viaje nos había sido explicado, ni a mí, ni a mis hermanos y hermanas de la alianza. Pero somos una alianza, al fin y al cabo, y seguiremos a nuestro líder hacia la batalla sin dudar ni protestar.
Hace algunas semanas, ninguno de nosotros habría imaginado que estaríamos embarcando en semejante viaje. Las cosas estaban yendo como de costumbre, peleas contra los extranjeros que invadían nuestro Gran Imperio, comercios y apoyos entre unos y otros y algún que otro encuentro con alianzas enemigas. Así estábamos hasta que, de pronto, nuestro líder fue convocado a asistir a la Corte del Gran Emperador. Esto, de por sí, ya era extraño... nuestro líder siempre recibía la información de parte del Heraldo Lumbricus. Su Majestad, el Gran Emperador, sólo invitaba a alguien a su corte si era absoluto menester. Empezaba, a su vez, a correr el rumor de que los líderes de otras alianzas también estaban siendo convocados para la corte.
Que algo extraordinario estaba pasando, era más que evidente, pero qué concretamente... eso era algo que nos preguntábamos todos. Unos días más tarde de su partida, nuestro líder volvió con un blasón y los estatutos de una casa noble. Esto causó conmoción entre los miembros de mi alianza; hace mucho tiempo que coincidimos en que nunca invertiríamos en la elaboración de nuestra propia casa noble. Aunque una casa noble nos daría honor y respeto, los recursos necesarios no hacían que valiera la pena construirla. Pero algo ha hecho cambiar la mentalidad de nuestro líder... ¿Qué tipo de anuncio del Gran Emperador puede haber conllevado este cambio? ¿Qué está pasando en el Gran Imperio?

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Capítulo 2
Conforme caminábamos por las calles de la Ciudad de nuestra Alianza, no dejábamos de alucinar por cada minuto que andábamos. Las murallas estaban limpias y si bien parecían normales, tenían un aire de majestuosidad característico y elegante. Las calles estaban pavimentadas de manera suave, con fino mármol y rodeadas de lujosas decoraciones que nos hacían sentir como si la ciudad entera fuera un palacio. Los edificios majestuosos parecían tocar el cielo, y, curiosamente, había ciertos espacios que permanecían vacíos en la ciudad. ¿Quizás espacio para añadir nuevas construcciones?
Nuestro líder nos guiaba por la ciudad mientras asistíamos maravillados al espectáculo. "Aquí están las barracas y allí al fondo, al lado del río tenéis la fortaleza... y en ese espacio que véis ahí construiremos nuestro propio campo de entrenamiento."
Una de nuestras compañeras saltó tras las palabras de nuestro líder: "¿Nosotros lo construiremos? Querido líder, sin ánimo de ofender... ¿nos está diciendo que la ciudad aún no está completa?" El líder afirmó rotundamente, "Así es. El Gran Emperador nos ha dejado los fundamentos y los edificios, a cambio de parte de la donación que hicimos para construir nuestra Casa Noble. Aún nos quedará, efectivamente, parte de la ciudad por construir, queridos compañeros."
Nuestro líder se giró y nos miró a todos, uno a uno, mientras nos decía: "Tenemos grandes tareas por delante y todos tendremos que trabajar por esta ciudad. Necesitaremos recursos de todo tipo, compañeros; no sólo madera, piedra, monedas y rubíes, sino también carbón, vidrio, hierro y aceite. Si juntamos todo, juntos seremos capaces de construir ¡la más grande de las ciudades! Juntos construiremos nuevos edificios, mejoraremos los que tenemos y ¡haremos de esta ciudad un lugar del que sentirnos orgullosos!
Uno de nuestros hermanos de batalla no parecía muy convencido... "Pero, señor, esto parece muchísimo trabajo... ¿no nos distraerá demasiado del resto de tareas que tenemos? Aún tenemos que cuidar nuestros propios castillos, ¡además de las constantes batallas de un tipo y otro que siempre surgen! Y una vez más, nuestro Líder afirmó con la cabeza antes de contestar: "Puntos perfectamente válidos, pero yo realmente creo que si de verdad creemos, podemos hacer de esta alianza algo aún mayor, y aprovechar la oportunidad para conseguir las recompensas que están en juego. Demostremos de lo que somos capaces en esta alianza."
Nuestro líder señaló con su dedo índice los edificios que nos rodeaban mientras, con tono firme, nos decía: "Todos estos edificios serán nuestros, y nos darán más fuerza. Mejorarán nuestra economía y nuestro poder militar individual, cada uno a su manera. Además, en tiempos de emergencia, siempre podremos venir aquí a aprovechar ciertas ventajas. Y además, es una cuestión de orgullo para nuestra alianza. ¡No expondremos nuestra ciudad a los enemigos sin plantarles cara! ¡Demostraremos al mundo de qué somos capaces!
Este último comentario me dejó algo confundido... "Líder... ¿a qué se refiere con enemigos? ¿Deberíamos esperar ataques? ¿Quién osaría atacarnos? ¿Los nómadas? ¿Esos locos de Berimond?"
De pronto, oímos una voz a nuestras espaldas: "Ahora, me toca a mí. Dejadme explicaros unos cuantos hechos, nobles guerreros..."
Al darnos la vuelta, vimos a un extraño en la puerta de uno de los edificios. Vestido con atuendos lujosos, con plumas y colores estrafalarios, se hallaba un hombre. Aunque nunca lo habíamos visto, su cara me resultaba familiar... y sobre todo, la manera en la que sujetaba el pergamino que colgaba de su mano...
El extraño carraspeó, antes de comenzar a hablar: "Imagino que ya conoceréis a mi hermano... en fin, dejadme que me presente. Soy Parvulus, un prefecto imperial, y bajo orden de El Gran Emperador, me encuentro hoy ante vosotros, para explicaros cuanto acontece en torno a estas nuevas Ciudades de las Alianzas. Dejadme explicaros más acerca de las batallas que se acercan, y dejadme hablaros sobre lo que algunos conocen como... La Capital Real...".